Lejos de la Costa
Cerca del Cielo
El norte de Chile posee un encanto diferente y oculto debido a la
presencia omnipresente del desierto de Atacama, el cual actúa como
una barrera protectora del variado ecosistema existente en las altas
montañas.
Existen varios recorridos que le permiten al viajero conocer
íntegramente este ambiente; entre ellos, hay uno que
permite visitar todos los Parques Nacionales de la Primera
Región de Chile en tan sólo cuatro días.
El área conocida como Norte Grande en Chile abarca
aproximadamente el territorio comprendido entre las ciudades de
Arica y Copiapó, zona a la cual la gente instantáneamente lo asocia
con imágenes de un desierto polvoriento, pueblos silenciosos, lugares
solitarios. Incluso se nos puede venir a la mente visiones de mineros
andrajosos y de tez quemada que vagan sin descanso por las aburridas
llanuras en busca del yacimiento que pueda cambiar sus vidas. 
Tal visión es incompleta. Al interior del desierto,
donde el terreno se eleva varios miles de metros, existe una gran
meseta de altura que ha albergado un ambiente especial por varios
miles de años. Es el altiplano, una planicie rodeada de montañas
en la cual se ha desarrollado una cultura especial y que merece
ser visitada a pesar de las dificultades logísticas que requiere
un viaje por sobre los 4.000 m. de altitud.
Existen varias posibilidades, pero mi favorita
es el circuito que une a las ciudades de Iquique con Arica, utilizando
caminos secundarios que suben hasta el altiplano chileno y que conectan
varios Parques Nacionales. Es un recorrido duro si consideramos
que no existe transporte regular, hoteles o puntos de abastecimiento
de combustible o víveres. Pero la ruta es clara, está medianamente
señalizada y, además, entrega todo el sabor especial de aquellos
viajes que se transforman en aventura.
Subiendo el Altiplano
Nuestro viaje comienza en Iquique, hermosa y turística
ciudad costera que tiene poco espacio para desarrollarse debido
a la presencia de la cordillera de la Costa. La ruta de salida es
precisamente a través de ésta, un escarpe de 700 metros que es remontada
por una vía asfaltada, luego de lo cual aparece inmediata y brutalmente
el desierto de Atacama.Nuestro viaje comienza en Iquique, hermosa
y turística ciudad costera que tiene poco espacio para desarrollarse
debido a la presencia de la cordillera de la Costa. La ruta de salida
es precisamente a través de ésta, un escarpe de 700 metros que es
remontada por una vía asfaltada, luego de lo cual aparece inmediata
y brutalmente el desierto de Atacama. 
Éste tiene características puras y severas. No
es grande ni especialmente caluroso, pues la altitud superior a
los 1.000 metros atenúa las temperaturas hasta llegar a promedios
térmicos anuales inferiores a 18º C. Sin embargo, la carencia casi
absoluta de precipitación y la baja humedad relativa lo han transformado
en el desierto más seco del mundo.
La extensa planicie árida que domina el paisaje
no parece albergar condiciones mínimas para la vida; en verdad,
la vegetación y los animales son escasos, tan sólo reptiles, arañas
y unos cuantos artrópodos. El camino asfaltado continúa adentrándose
y a la altura de Humberstone, el desierto toma la forma de una planicie
cubierta de materiales de acarreo. Es la Depresión Intermedia, que
se inicia desde el mismo límite con el Perú y que va aumentando
paulatinamente su altura en dirección oeste-este. Su aspecto es
de una meseta que, de trecho en trecho, se ve surcada por profundas
quebradas, la mayor parte de las cuales están secas.
Conectamos la ruta 5 y después de 33 kilómetros
viajando hacia el norte, arribamos a Huara. El acceso hasta este
punto es fácil. La presencia de la carretera Panamericana trae vida
y modernidad a los poblados de la zona.
Si miramos detenidamente hacia el este veremos
la vertiente occidental de los Andes, estribaciones que bajan del
altiplano y que debemos remontar hasta los 4.000 m. de altitud,
por un camino que llega hasta el poblado fronterizo de Colchane.
A medida que vamos subiendo, la temperatura desciende
y la aridez disminuye. Aquí, las plantas permiten la existencia
de asnos y mulas. Sobre los 3.000 m. ya podremos ver arbustos y
árboles pequeños, denominados, tolas y queñoas, respectivamente.
Un poco más arriba se desarrollan los bofedales, donde gramíneas
como el paco, la tina y la quina alimentan los rebaños de alpacas
y llamas.
A 4.000 m., llegando al altiplano mismo, aparecen
los principales representantes de la fauna de este medio bioclimático:
patos, taguas, flamencos, llamas, vicuñas, guanacos, alpacas, vizcachas,
zorros, ñandúes e incluso huemules. Interesante es el caso de ésta
última, ya extinta en otras regiones del país pero que ha logrado
sobrevivir en esta zona gracias a la protección que se les ha dado.
Volcán Isluga
Cuatro kilómetros antes de llegar a Colchane,
viramos a la izquierda y entramos en el Parque Nacional Volcán Isluga.
Algunos kilómetros después, arribamos a Enquelga donde pasaremos
nuestra primera noche. Podemos hacerlo en el refugio de CONAF o
bien arrendar una rústica pieza a precios módicos a los amables
habitantes del pueblo, en el caso que queramos convivir más íntimamente
con ellos.
Étnicamente hablando, son aymarás. Oficialmente
48.477. Se dedican a la ganadería y a la agricultura, aunque también
hay grupos integrados a la cultura urbana en Arica e Iquique. Aún
conservan su lengua y algunas celebraciones ancestrales tales como
los carnavales, el pachallampe y el enfloreamiento de animales. 
Enquelga es un poblado fascinante. A diferencia
de otros, posee una población estable, lo cual es un vivo ejemplo
del choque cultural que se ha producido en el altiplano. A las costumbres
milenarias propias de los Aymarás se le suma la influencia cotidiana
de la civilización occidental; hay una Escuela y también es relevante
el progresivo contacto con turistas deseosos de conocer su forma
de vida.
Al día siguiente continuamos hacia el norte por
un camino angosto que pasa por varios villorrios: Arabilla, Taipicollo,
Paserijo, Vilacoyo; algunos abandonados, otros con llamas y alpacas
que denotan la presencia humana.
Un poco después de Mucomucone hay un desvío señalizado
al cual hay que prestar atención, pues el de la derecha se interna
brevemente en territorio boliviano y, por lo tanto, debe evitarse.
El de la izquierda es el que nos lleva al salar de Surire.
Salar de Surire
Fue declarado Monumento Nacional en 1983 debido
a los delicados ecosistemas de altura que alberga. Son 11.298 hectáreas
que comprenden básicamente toda la cuenca del salar. Es una superficie
blanca y plana de 4.000 m. de altitud, en la cual existen varias
lagunas y algunos ríos de modesto caudal, tales como el río Surire
y el río Blanco. Sorprende la diversidad de la fauna. El salar actúa
como un centro de reunión vital para todas las especies mayores
ya descritas, principalmente vicuñas, llamas y flamencos.
Después de una pequeña loma, aparece ante nuestros
ojos: hermoso, límpido y virginal. La parada es obligatoria pues
permite una visión general; luego, el camino desciende hasta la
orilla del salar donde encontramos un nuevo cruce. 
En este punto da lo mismo cual sentido tomar,
pues el camino rodea completamente el salar de Surire, en un pequeño
circuito de unos 46 kilómetros de largo que pasa por varios puntos
de interés. Se recomienda hacerlo dado que en ocasiones las especies
se movilizan por distintos sectores del salar y este recorrido nos
da nuevas oportunidades para observarlos.
El de la derecha lleva a las termas de Polloquere,
a unos 8 kilómetros del cruce, pero hoy iremos hacia la izquierda,
hacia el refugio de CONAF que se localiza a unos 11 kilómetros y
donde pasaremos nuestra segunda noche.
El tercer día se puede utilizar para hacer el
rodeo del salar y luego continuar hacia Guallatiri, distante 40
kilómetros hacia el norte.
Las Vicuñas
Administrativamente hablando, apenas dejamos atrás
el salar entramos a la Reserva Nacional Las Vicuñas, el cual se
extiende por 209.131 hectáreas.
En Guallatiri debemos controlarnos con Carabineros.
El paisaje es onírico; característicos son los volcanes que rodean
este pueblo: se trata de Los Quimsachatas que en aymará significa
"tres hermanos", refiriéndose a las tres montañas que se elevan
por sobre los 6.000 metros. de las cuales la mayor es volcánicamente
activa y siempre tiene enormes fumarolas en su cara Sur. 
Del pueblo mismo, es interesante visitar su iglesia,
la cual es un impresionante testimonio del cruce cultural producido
entre los españoles y los indígenas. Pese a la pobreza material,
a la marginalidad y su aislamiento, los aymarás conversos fueron
capaces de plasmar su religiosidad en estos templos dándoles características
de únicas. Su belleza no está dada sólo por criterios arquitectónicos
o estéticos; es más que eso, es la religiosidad y fe de un pueblo
plasmada en estas construcciones.
Es habitual que el turista termina saturado después
de ver tantas iglesias. Y es que se pueden encontrar en todo el
norte de Chile, desde Putre hasta Socaire, pasando por Parinacota,
San Pedro de Atacama, Caquena, Socoroma o Isluga. Son como iguales,
pero muy distintas.
Nuestro viaje continúa directo hacia el norte
por una planicie de paja brava y de tolas. Es bastante fácil perderse
en los innumerables cruces existentes, afortunadamente, éstos están
medianamente señalizados y nos permiten llegar a Parinacota sin
mayores problemas.
Lauca
Situado a 4.390 m., el poblado de Parinacota seguía
el mismo camino de otros caseríos altiplánicos, es decir el abandono.
Hasta que la creciente llegada de turistas revirtió el proceso y
le ha logrado dar algo de vida. Especialmente notable es su iglesia,
que data del siglo XVIII; sus muros están cubiertos de frescos y
pinturas de la escuela cuzqueña. También interesante y barata es
la feria artesanal que se instala todos los días a mediodía, donde
los pobladores venden recuerdos y artesanías típicas de la zona. 
Nuestra tercera y última noche la pasamos en el
cómodo refugio que CONAF posee en el pueblo. En él podemos encontrar
una completa información de todas las caminatas que se pueden realizar
en el Parque. Al día siguiente, tomamos la ruta internacional 11
en dirección a Bolivia con el objetivo de conocer el Parque Nacional
Lauca. Primero aparecen las lagunas Cota-Cotani, que en realidad
son un conjunto de lagos y bofedales unidos por varios cursos de
agua. Luego, el camino tiene algunas subidas y bajadas hasta que
finalmente aparece el lago Chungará. Es ... simplemente hermoso.
Atrás, como telón de fondo aparecen los Payachatas,
que en lengua aymará significa "dos hermanos", refiriéndose al volcán
Parinacota, de 6.342 m., y el volcán Pomerape, de 6.282 m.
El lago es de aguas azules y es un paraíso para
las más de 130 especies de aves que viven en él; al ya conocido
flamenco, se suman la tagua gigante, el queltehue, el cuervo, la
guayata y la gaviota andina. CONAF tiene un área de camping un poco
más allá del mirador y un circuito de observación que recorre parte
de la orilla del lago, la cual permite obtener buenas fotografías
sin molestar a las aves. 
El lugar califica para quedarse varios días. Pero
nosotros, apurados viajeros debemos continuar nuestro camino. Pese
a que la bajada a Arica es rápida, aún existen varios puntos intermedios
que merecen una visita: la guardería "Las Cuevas", Socoroma, el
tambo de Zapahuira, el pucará de Copaquilla, los Geoglifos del Loa...
Principalmente bella es la parte final del descenso; se realiza
por el valle del río Lluta, saturado de plantaciones de frutas y
verduras cuyos colores forman un vivo contraste con el monótono
café del desierto. Es como bajar de otro planeta.
Aquí termina nuestro viaje por un sistema cultural
y biológico que no se intuye desde el desierto y que, como gran
sorpresa, está esperando por aquellos viajeros que siempre quieren
más.
Rodrigo Fica
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